Objetivo: alimentos para las familias de Lindeia
Objetivo: alimentos para las familias de Lindéia, esto es lo que nos propusimos el pasado 17 de abril cuando decidimos abrir una campaña de recaudación para comprar cestas de alimentos, artículos de limpieza y de higiene personal para las familias más necesitadas del barrio de Lindéia, “el segundo hogar de nuestro fundador”, en Belo Horizonte.
Nuestros compañeros de Açao Social Técnica nos comentaron que el confinamiento, como consecuencia del COVID-19, está provocando serios problemas para el día a día de las familias que dependen de su trabajo diario para sobrevivir. Se les planteaba un dilema: O salir a trabajar y enfermar, o quedarse en casa y pasar hambre.
Así, iniciamos una campaña, a través de www.migranodearena.org , con el objetivo de recaudar fondos para comprar estas cestas. Nos marcamos el reto de conseguir 1.000 €, y nos hemos quedado a muy poquito de conseguirlo, pero nos sentimos muy agradecidos con las personas que nos han apoyado. Nuestra Fundación ha completado esta ayuda y finalmente hemos podido enviar 1.809 € con los que podrán comprarse 90 cestas de comida que incluyen alimentos para quince días en una familia de cuatro personas. No es la solución, pero es una ayuda en estas circunstancias tan duras que la pandemia nos está obligando a vivir, a escala global.
Lindéia nunca olvidará al Padre Miguel
Nuestro último post lo dedicamos a reproducir los mensajes de condolencia y de ánimo que nos habéis enviado. Y hoy queremos compartir con todos vosotros uno que nos ha llegado a través de Facebook, y que nos ha conmovido de forma muy especial. Lo reproducimos porque merece la pena que sea su autora la que relate como el Padre Miguel Ángel cambió su vida:
“Soy Janete Cunha, tengo 50 años y conocí al Padre Miguel cuando tenía 8 años. Pertenezco a la comunidad de Bairro Lindéia, Belo Horizonte MG Brasil. Me gustaría contarles mi historia y cómo el Padre Miguel cambió mi vida. Cuando cumplí once años y terminé el cuarto grado en 1981 me encontré en un gran dilema, no había escuelas en nuestra región para terminar la primaria y no había escuela secundaria. Estaba muy triste porque soñaba con ser maestra… Un día ayudé a mi madre en la limpieza de la iglesia (todas las semanas, algunas de las personas que pertenecían al grupo del estudio del evangelio se encargaba de ello). Hablé con una señora llamada Zeferina que se había enterado de que el Padre Miguel había conseguido un autobús para llevar a los niños a estudiar a otro barrio más desarrollado. Me aconsejó que hablara con él. Me acerqué a la puerta de la sacristía y cuando lo vi… por el gran respeto que le tenía esperaba tener el valor de hablarle. Fue Doña Zeferina la que literalmente me dio un empujoncito para decidirme a hablar».
«Recuerdo que con cariño me preguntó: ¿Qué pasa, pequeña? Le respondí inmediatamente que me gustaría mucho estudiar, que quería ser maestra y cómo podía serlo si no había escuelas y yo era tan pobre. …En ese mismo momento se levantó y me dijo que yo seguiría estudiando. El 11 de marzo de 1981 me matriculé en el quinto grado de la escuela primaria y me subí al autobús que había conseguido el padre Miguel para llevarnos a todos los niños a la escuela. Terminé mis estudios y soy profesora de la Red Municipal de Belo Horizonte desde hace 22 años. Soy una de aquellos niños a los que el Padre Miguel les cambió la vida y estoy eternamente agradecida por su vida y por todo lo que hizo por mí. Cuando supe de su muerte, sentí un gran dolor y el corazón roto, pero me consuela saber que él estará siempre vivo en mi corazón por todo lo que hizo por mí y por todos los niños en la misma situación. Sé que está en el cielo junto a Dios porque hizo todo lo que el Señor nos pidió aquí en la tierra que es amar a Dios y al prójimo. Nunca lo olvidaré, padre Miguel».