Triste adiós a nuestro fundador
Triste adiós a nuestro fundador, el SJ Miguel Ángel Elosúa Rojo, que ha fallecido el 23 de abril, en Fortaleza, donde vivía desde hacía dos años. A sus 87 años, Miguel Ángel vivía retirado en la Casa de Salud que la Compañía de Jesús mantiene en esta localidad brasileña, y hasta hace un año salía a visitar a familias necesitadas y a brindarles su ayuda y su consuelo. Ha muerto tranquilo y feliz, rodeado de todas las personas que le atendieron y cuidaron en sus últimos días de vida.
Nosotros, a pesar de la pena que sentimos por esta pérdida, no podemos hacer más que recordar el legado que este gran hombre ha dejado en la Tierra. A sus 17 años, decidió abandonar una vida acomodada y segura en España para viajar a Brasil, con el único objetivo de ayudar a los más necesitados. Llegó a Belo Horizonte, una localidad situada en la región de Mina Gerais y aprendió el oficio de soldador para ganarse la vida, mientras compaginaba sus estudios para ordenarse como sacerdote, en la Compañía de Jesús.
Siempre nos ha contado como anécdota que alquiló una casa muy barata, y más tarde supo del precio porque «en ella había vivido una persona enferma de lepra». No sabía el oficio, pero muchos de sus compañeros le enseñaron a soldar, ignorando que aquel español se convertiría en una gran ayuda para su comunidad.
Tiempos de misa y trabajo en la fábrica
La jornada de Miguel Ángel comenzaba a las cuatro de la mañana con un café y oficiando misa en su propia casa, con aquellos que ya conocían su faceta de sacerdote. Y de allí al trabajo. Fue, como a él le gustaba definirse «un cura obrero». Y así transcurrieron los primeros años en los que nuestro fundador comenzó a organizarse con sus vecinos para construir una iglesia, ayudar a los más necesitados y construir una escuela. El Padre Miguel estaba convencido de que la educación era la mejor herramienta para erradicar la pobreza, y su sueño se vio cumplido cuando se inauguró la Escuela Tio Beijo, en 1979. Desde entonces, más de 1.000 chicos y chicas se benefician todos los años de los cursos de formación en diferentes oficios.
Una vida ligada a los más desfavorecidos
Miguel Ángel Elosúa Rojo tuvo la oportunidad de ocupar puestos más destacados en la Compañía de Jesús, sin embargo siempre quiso mantenerse cerca de los suyos, de los que más le necesitaban. Hoy la barriada de Lindeia, situada a las afueras de Belo Horizonte, llora su pérdida y se siente huérfana, porque Miguel fue su amigo, su guía espiritual, su compañero de trabajo, el hombre que nunca tuvo reparos en arremangarse para construir una iglesia, la casa para un vecino o la escuela.
Una fundación para expandir su trabajo
En 1985, el Padre Miguel creó la Fundación Elosúa Rojo, con la herencia que recibió de sus padres. Su objetivo, ayudar a las personas a formarse para acceder al mercado laboral y mejorar sus condiciones de vida, allá donde fuese necesario, sin importarle raza, edad o religión. Desde entonces, la Fundación ha colaborado con proyectos en más de treinta y cinco países y, gracias la gestión de su familia, continuamos participando en proyectos, cuyos beneficiaros son los grupos y las personas más desfavorecidas.
Los que le conocimos nunca podremos olvidar su bondad, su espíritu rebelde y su firme actitud para construir una sociedad más justa y más igualitaria. Hoy lloramos su pérdida pero su inspiración permanecerá con nosotros, obligándonos a intensificar nuestros esfuerzos para conservar su legado y para ayudar a todo el que lo necesite, como él hubiera hecho sin dudarlo, y como querría que continuásemos haciendo.
Y nada mejor que esta frase del poeta Mario Benedetti para rendirle hoy homenaje a nuestro fundador:
“Después de todo, la muerte es solo un síntoma de que hubo vida.”