Educar para erradicar la pobreza
Educar para erradicar la pobreza es un compromiso global que cada 17 de octubre se recuerda con el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, proclamado por las Naciones Unidas. Esta fecha subraya la necesidad de actuar ante una realidad que afecta a millones de personas y tiene raíces profundas en la desigualdad, la falta de acceso a oportunidades y, sobre todo, la carencia de educación.
La educación como base del desarrollo
La pobreza no se reduce únicamente con ayudas económicas o medidas asistenciales. La educación es la herramienta más poderosa para generar cambios sostenibles, porque abre la puerta al conocimiento, al empleo y a la participación social. Además, fomenta la autonomía personal, mejora la salud y fortalece las comunidades.
Por un lado, la formación permite que las personas amplíen sus capacidades y desarrollen nuevos recursos para mejorar su vida. Por otro lado, contribuye a crear sociedades más cohesionadas y solidarias. En consecuencia, invertir en educación no solo combate la pobreza, sino que también impulsa el progreso social y económico.
Nuestro compromiso
Desde la Fundación Miguel Ángel Elosúa Rojo trabajamos para ofrecer oportunidades reales de aprendizaje y capacitación que ayuden a romper el ciclo de la pobreza. Nuestro enfoque se basa en la convicción de que la formación debe adaptarse a las necesidades y realidades de las personas a las que servimos.
A lo largo de los últimos años, hemos desarrollado proyectos educativos orientados a la empleabilidad y la inclusión social. Entre ellos destacan los programas de formación profesional para jóvenes, los talleres de competencias digitales y los proyectos de cooperación educativa en América Latina y África. Además, colaboramos con entidades locales para mejorar la calidad educativa y reducir las desigualdades en el acceso al aprendizaje.
Gracias a estas iniciativas, hemos comprobado cómo la educación transforma vidas. Una persona que aprende a desempeñar una profesión, a usar la tecnología o a comunicarse mejor, gana confianza y autonomía. De esta forma, ese cambio individual se convierte, poco a poco, en un cambio colectivo y duradero.
Una tarea que requiere colaboración
Sin embargo, la erradicación de la pobreza no puede depender sólo del esfuerzo de las organizaciones sociales. Requiere la colaboración activa de gobiernos, instituciones educativas, empresas y de la ciudadanía. Por ello, es fundamental construir alianzas sólidas que promuevan políticas inclusivas y programas sostenibles de formación y empleo.
Asimismo, la educación debe considerarse un derecho universal y una prioridad estratégica, tal y como se reafirma en los ODS. Garantizar el acceso a una enseñanza de calidad para todas las personas no solo reduce la pobreza, sino que también previene futuras desigualdades y promueve la estabilidad social.



